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viernes

Llanto agridulce
Llanto irónico


    
    
      Llanto desganado
      Llanto disparador
      Llanto silencioso
      Llanto alegre
      Llanto maldito

    


Llanto que carcome lo que toca
Llanto que penetra por el sitio inadecuado

Llanto de angustia aún no reconocida





jueves

Una palabra basta...



Y bailaba frente al espejo, con su robusto cuerpo daba volteretas viendo reflejada su imagen y la de sus padres que, desde atrás, se reían.

Un día, en uno de sus frecuentes espectáculos, escuchó a su madre decir: -Qué ridícula nuestra hija.Y su padre lanzó una carcajada extensa que nunca había escuchado de él, una mezcla de burla y divertimento.

"Ridícula", pensó. Y se dio cuenta que no conocía el significado de esa palabra, no se animó a preguntar y todavía no sabía leer para buscarla en el libro gordo de la biblioteca de papá.

Desde ese día sus vueltas frente al espejo se fueron distanciando y eran en soledad.

"Ridícula ridícula ridícula ridícula ridícula ridícula", pensaba.

Pasaron un par de años y ella aprendió a leer y su obsesión la llevo a aprender rápidamente a enlazar las letras para formar palabras hasta llegar a ella, a aquella dicha por su madre y festejada por su padre,  ridícula.


Y el libro de papá decía: 


"ridículo": adj Que mueve a risa o burla por su rareza o extravagancia./

 Escaso, corto de poca estimación./ Extraño, irregular, extravagante.




El alma se le arrugó. De a poco se fue poniendo oscura. Esa palabra la hacía sentir vulnerable, irremediablemente frágil. 


Una sola palabra y la reacción de su padre a la misma fue el génesis de un dolor incontrolable. Y dejó de comer, de tomar, de caminar, de cuidarse. 

El proceso llevó años, pero se fue convirtiendo en algo extraño y dejó de ser alguien. 

....

Con sus últimas fuerzas, aquella siesta subió la escalera, ingresó al cuarto de sus padres que dormían. 

Los observó cuidadosamente, su padre transpiraba entre sus piernas paspadas por su gordura y su papada caía hacia un costado. Su madre roncaba fuertemente y olía agrio.  

Ellos habían perdido la forma. Ella había perdido el alma.

Con los dientes pinchó la bolsa que llevaba en su mano y distribuyó el líquido por la alfombra y las sábanas. Se recostó al pie de la cama y prendió el fósforo. 

Sintió los gritos de dolor, el ardor. Y sintió el placer de sentirse sin nada, despojada de dolor. Disfrutó de la dificultad de su padre para levantarse de la cama por su gordura. 

Y viajó  al momento preciso en el que bailaba frente al espejo, con su robusto cuerpo, dando volteretas, viendo reflejada su imagen, sin complejos.

Y dejó de sentirse ridícula


Una palabra puede cambiarte la vida.... 



martes



Tienen el control de ese cuerpo 
Lo despojan de  piernas, brazos, narices, 
párpados, labios, pómulos

Le retienen los sentidos, uno a uno

no dejan que huela el aroma de los verdes, 
que escuche la música de la tormenta de verano,
que roce los pies del elegido,
que vea las estrellas que caen castigadas a la tierra
que saboree los besos amargos de la despedida
no quieren que escape del dolor,
                     del martirio, de la angustia

Retienen ese cuerpo que se escapa
                                  Despojado



Vacío



Solo un paso fue decisivo ... 
un paso fatal, inesperado, doloroso, sin ganas, automático.

Un paso inevitable y el abismo.

Abismo que devela fantasmas, que abre mis sentidos a una realidad negada ...

Abandono, desprecio, dolor, lástima, impotencia, estupidez humana a granel, desgano, descontrol, soledad, incoherencias ...

No quiero llegar al fondo de este abismo ... quien lo conoce, entiende por qué no quiero... 

lunes

De miedos y desamores



Fidel era un treintañero que vivía en una gran ciudad. De esas grandes de verdad. A simple vista un tipo normal que vivía solo, en un tres ambientes, y tenía un trabajo bien remunerado que le permitía vivir el mes completo, que no es poco.

Entre tanta normalidad, Fidel tenía una característica que lo hacía un tipo singular.

Fidel había perdido por completo el miedo.

Había perdido el miedo a todo. Dolor, muerte, vida, oscuridad, angustia, soledad. Nada le provocaba miedo.

Esta característica le permitía transitar por la vida con todo medianamente resuelto.

Pero Fidel estaba solo. No tenía con quién compartir esta ausencia de miedo.


Por eso Fidel salía de su casa al trabajo y, al finalizar su jornada laboral, recorría cines, bares y pubs buscando una mujer, la indicada, la que no tuviera miedo de su ausencia de miedo.

Conocía a muchas con las que tuvo relaciones furtivas, cargadas de pasión y sin nada de amor. 

En su haber había mujeres casadas, divorciadas, solteras.
Mujeres lindas, feas,altas, bajas, flacas y gordas.
Muchachas inteligentes, tontas, alegres, deprimidas.

Muchas de ellas corrían despavoridas al conocer la singularidad de Fidel. Más de una se atacaba de los nervios.

Un día Fidel, en un bar, conoció a Inés. Era la única mujer en el lugar. 
Fidel, sin miedo al rechazo, se acercó. Así, comenzaron por tomar una cerveza y compartir porciones de sus vidas.

Fidel decidió, por un tiempo, ocultarle a Inés su falta de miedo. No quería espantarla. Le gustaba demasiado su boca, su hablar, sus pechos que siempre asomaban tímidamente. Le gustaba Inés. Toda, desde adentro hacia afuera.

Luego los encuentros se hicieron cotidianos, placenteros, extraordinarios.

Pasaron día, semanas, meses. Roces, sexo, pasión. Deportes extremos, caminatas eternas. Buenos sabores, aromas. 

A Fidel se le estremecía el cuerpo cada vez que la veía. Su piel se transformaba al tocarla. Fidel se había enamorado de Inés.

Y un día azul, Fidel,  decidió confesarle a Inés su particularidad. 

Prudentemente, con las palabras pensadas y repensadas durante meses, con su discurso terminado la medianoche anterior, Fidel le habló a Inés.

Con precisión y delicadeza le contó de su imposibilidad de sentir miedo, a todo, y que más allá de eso que lo hacía sentir tan fuerte e indestructible, le declaró que la quería con él,  para siempre.

Entonces, Inés habló, con más cautela todavía. Con un discurso sin demasiado preparativo, sin eufemismos, ni sinónimos inútiles.

Y le confesó a Fidel su singularidad. 

Inés le reveló a Fidel su imposibilidad de sentir amor. No amaba a nadie, a nada. Caminaba por la vida sin amor propio ni ajeno. 

Y un abismo se abrió para Fidel en el exacto momento en que comenzó, a sus treinta y pico de años, a sentir miedo. 


Miedo al desamor...