viernes

Alma mía...

Se abrió camino.
                    
                     Desplazó costillas, carne, piel y salió de su letargo. 

                                                                                                Se instaló en mí afuera. 


Primero palabras. Con serenidad y firmeza me planteó objetivos.

Me recordó los logros obtenidos y remarcó el por qué de los fracasos. Fue dura y clara. 

En su costado izquierdo fue acumulando, uno a uno, los buenos recuerdos. 
En el derecho depositó los malos. 

Los montoncitos eran similares en tamaño, en el brillo estaba la diferencia, unos brillaban los otros no... los mezcló con picardía y el brillo se destacó. 

Extendió su mano suave y tomó la mía.     
Despacio y con cuidado, comenzó a elevarme. 
                                          
En el ascenso desfilaban imágenes sin sentido, recuerdos atropellados, personajes oscuros, abandono, dolor, angustia, desprecio... 


Luego, luz. Contornos queridos, lugares preciados, rostros entrañables, alegrías compartidas, caricias, soledades deliciosas, amores, placeres...

Finalmente, en la orilla, ella abrazó con fuerza este cuerpo y desplazando piel, carne y costillas, volvió adentro. 

Mi adentro...

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