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jueves

Miradas...


Caminó desesperada por el pasillo. Ida y vuelta. Vuelta e ida. Entró a la habitación y la recorrió como gata enjaulada. Se arrinconó. En su cabeza retumbaban las palabras que él le había dicho esa tarde. “Vos no te vas. Pisando mi cadáver te vas a ir de esta casa”. 

Repentinamente recordó esa mañana. 

Apurada salió de su casa, se subió a su auto, giró la llave,  nada, volvió a intentarlo. Nada. Llegaba tarde. Se bajó del auto mientras mascullaba “tanto mercedes al pedo”. 
Entró a la casa. Buscó el teléfono. Marcó números de varias remiseras agendadas en  la puerta de la heladera. “Mierda, ocupado”. 

- “María!”, gritó.
- “Si señora”, respondió María.
- "Necesito irme ya, ¿en que viene usted a casa?”
- “En el 22 señora. Luego me subo al 18”. 
- “¿Y esos números podrán llevarme a mi trabajo?”. 
- “Son ómnibus señora y sólo tiene que subirse al 18”. 

Años sin subirse a un bondi. Hora pico. Parada. Su cartera Prüne demasiado a la moda para el ambiente. Fundamentalmente incómoda. Una mezcla ácida de perfumes y transpiración.  
Durante todo el trayecto molestó al chofer para que le indicara dónde bajar. 
El chofer ofuscado ante ella le gritó "Acá debe bajarse señora, por suerte!" 

Primer peldaño, una mirada extraña desde el fondo del colectivo. 
Segundo peldaño, la misma mirada, más profunda. 
Tercer peldaño, una mirada que giró hasta perderla. 

Esa mirada la mantuvo distraída durante casi todo el día.
Le penetró el cerebro, el cuerpo. Hacía años que no sentía algo así. Ese estremecer que cada tanto provoca espasmos que recorren todos los órganos.  La piel se eriza. Los pezones se endurecen. Las pupilas se pierden. El sexo late. 
Solo una mirada. De un tipo cualquiera en la última fila del bondi. 

Era el momento de irse. Levantó las valijas. Cruzó el pasillo. Se adentró en la sala. Abrió la puerta. Y recordó nuevamente sus palabras… “Vos no te vas. Pisando mi cadáver te vas a ir de esta casa”

Giró y caminó sobre su cuerpo tendido. Con su taco aguja penetró la herida y lo sintió moverse. “vos lo pediste cariño… vos lo tenés… sobre tu cadáver me voy” y levantó su otro pie poniendo todo el peso de su cuerpo en esa herida, girando su cuerpo como un destornillador, hasta sentirlo inmóvil. 

                                                                      Y partió. 

En busca de miradas que pudieran conmoverla.