Abrir los ojos ... dejar penetrar la luz y los colores en todas sus gamas y dejarlos ... dejar que recorran todos los rincones, inclusive los más áridos ... aquellos en los cuales el gris se ha instalado cual amo y señor.
Abrir la boca... dejar salir todas las palabras que se exiliaron... decir lo que se siente y lo que nunca se sintió ... repartir palabras para todos y cada uno.
Abrir las manos ... dar y dar ... y dejarlas abiertas para recibir... sentir la piel de todos y cada uno... tocar la vida con la palma abierta, tan abierta que duele.
Abrir los oídos ... escuchar hasta al hartazgo a los queridos y bajarles el volumen a los que no lo son... dejar que las palabras de aliento recorran los rincones y actúen, cual curitas, en las heridas.
Llorar hasta explotar en carcajadas.